La Segunda Transición Demográfica es insuficiente para explicar el aumento de la cohabitación en Chile

NOVEDADES-ALAP #4
La Segunda Transición Demográfica es insuficiente para explicar el aumento de la cohabitación en Chile

Viviana Salinas, Universidad de Chile

Alejandra Ramm, Universidad de Valparaíso

Diciembre 2020

Los cambios familiares en Chile han sido intensos durante los últimos 30 años. En particular, la cohabitación, que prácticamente se duplicó entre 1992 y 2002 y luego continuó creciendo, hasta que en 2017 más del 50% de las mujeres en unión se encontraban cohabitando. Una situación especialmente común entre las mujeres de 20 a 29 años de edad (Gráfico 1). De forma esperable, este aumento de la cohabitación se produjo en paralelo a la baja en la tasa de matrimonios: en 2016 la tasa bruta de nupcialidad descendió hasta 3,5 matrimonios por 1.000 personas, cuando los valores habituales del siglo XX solían situarse en torno a 9 por 1.000.

Además, el aumento de la cohabitación fue acompañado de un crecimiento en la proporción de niños nacidos fuera del matrimonio. En el año 2016 los niños nacidos fuera del matrimonio alcanzaron un 73%, en contraste con la década del 70, cuando fluctuaban entre 20 a 25%). Todos estos fenómenos requieren una explicación. Sin embargo, lograr una interpretación adecuada no es tarea sencilla. Los marcos conceptuales disponibles han sido pensados para la realidad de los países más desarrollados.

¿Cómo se ha explicado el aumento de la cohabitación en el mundo? La Segunda Transición Demográfica y las teorías alternativas

El concepto de Segunda Transición Demográfica (STD) remite al conocido esfuerzo por reunir, describir y explicar los cambios en los patrones de formación de pareja en la mayoría de los países industrializados, así como el retraso en la edad para tener hijos, el aumento del número de mujeres nulíparas o las tasas crecientes de hijos nacidos fuera del matrimonio. Estos cambios se produjeron en un contexto de capitalismo avanzado y de democracias consolidadas, donde se asume que predominan valores como la búsqueda de la autorrealización la autonomía individual y la igualdad de género.

En esta teoría, todo esto terminaría por expresarse en fenómenos como la cohabitación, fruto de un cambio cultural previo.  Pero ¿qué pasa en América Latina? En Chile existen patrones coincidentes con la STD, pero el fenómeno tiene dimensiones que no coinciden con este abordaje. Por ejemplo, la tasa de cohabitación resulta mayor entre los grupos con menores niveles educativos.

Otras teorías, como la de la Revolución de Género, asumen que el cambio cultural que genera fenómenos como la cohabitación, deriva de modificaciones estructurales previas. Típicamente, del ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral. Dado que las mujeres que trabajan lo hacen inicialmente manteniendo las cargas de trabajo doméstico y de cuidados, optan por posponer la maternidad y el matrimonio. Este último se percibe como una forma de vida en pareja más formal que la cohabitación. La teoría del Declive del Patriarcado también sitúa en la esfera del trabajo el origen de los cambios en las formas de hacer vida de pareja. A medida que las mujeres tienen mayor acceso a puestos de trabajo e ingresos salariales, el poder del hombre (padre o esposo) va declinando. Esto llevaría al descenso de los matrimonios, pues ni los padres ni los hombres podrían forzar a sus hijas o mujeres a casarse.

Otros modelos explicativos ponen atención a las desventajas socioeconómicas como obstáculo para el matrimonio. El modelo de Patrón de Desventaja (similar a la idea de bifurcación de trayectorias asociado a evidencia de Estados Unidos o el Sistema de Nupcialidad Dual para América Latina) señala que las mujeres cohabitantes suelen tener menor nivel educativo, ser pobres y dependientes del Estado. Esto sería coherente con la idea de que el matrimonio se posterga cuando no hay recursos. No necesariamente sucede lo mismo con la cohabitación, porque es más frecuente que suceda en el hogar de la familia de origen de uno de los convivientes (no se asocia a tener un hogar propio) y sin las convenciones sociales (anillo, vestido y celebración) ni las formalidades legales propias del matrimonio.

¿Qué pasa con la cohabitación en Chile?

Presentado el tema y las perspectivas teóricas, veamos qué tendencias acompañan el aumento de la cohabitación en Chile.  Una de las principales es sin duda la baja participación laboral femenina, que está relacionada con el predominio de los roles convencionales de género y las políticas públicas centradas en la maternidad, que obstaculizan el ingreso de las mujeres al mercado laboral (ley de salas cuna, extensión del posnatal a seis meses) al oponer la maternidad al trabajo remunerado, mediante encarecer la contratación de mujeres. Sin embargo, la participación laboral femenina ha ido en aumento en paralelo al crecimiento de la convivencia..

Por otra parte, como muestra el Gráfico 2, las mujeres que se casan han ido quedando detrás de las que cohabitan en cuanto a su participación en el trabajo remunerado, lo que muestra la complejidad del fenómeno.


La explicación no es sólo cultural

El aumento de la cohabitación en Chile es difícil de comprender con el modelo de la STD como única herramienta. Para empezar, varios motivos para el crecimiento de la cohabitación podrían provenir de factores no solo culturales. Por una parte, el matrimonio otorga al hombre la administración legal de los bienes y el divorcio, aunque legal, sigue siendo un proceso difícil. Si el divorcio es de común acuerdo, las partes deben probar que no han vivido juntos por lo menos durante un año (es necesario ir a una oficina del registro civil a inscribir el cese de la convivencia); si es unilateral, hay que demostrar 3 años de cese de convivencia. Además, la cohabitación entre grupos de bajos ingresos se ha visto facilitada por algunas políticas sociales, sobre todo de vivienda, que se han focalizado en mujeres-madres no casadas.

Más importante aún es apreciar que el aumento de la cohabitación se produce de forma paralela con el ingreso de la mujer al mercado laboral, una de las fuerzas estructurales que promueve cambios culturales. Considerando que no se da en un contexto de igualdad de género en la esfera del hogar, las mujeres se ven incentivadas a retrasar o rechazar el matrimonio, mientras la cohabitación se ve como un formato más flexible. Así la cohabitación estaría motivada por razones prácticas, no tanto por consideraciones ideológicas, aunque también se relaciona con la creciente autonomía de los jóvenes respecto a sus padres, dado que el matrimonio forzado era frecuente, asociado al sexo premarital o el embarazo. Y dado que la cohabitación no es necesariamente de sustitución del matrimonio, sino de etapa previa, se desafía el esquema interpretativo de la STD.

Otra diferencia con el esquema de la STD es que el fenómeno no está siendo liderado por los sectores altos: hay modelos diferentes de cohabitación, según los estratos. Para los sectores de clase media, cohabitar es una forma de seguir estándares culturales del hemisferio norte, mientras que, para las clases bajas, cohabitar es una opción producto de la pobreza y la creciente inequidad de ingresos y para la élite, el matrimonio se podría convertir en un signo de estatus. Así, en una sociedad desigual como la chilena, la explicación culturalista de la STD no parece adecuarse del todo a una situación en que la cohabitación crece en paralelo con la incorporación masiva mujeres al trabajo remunerado y gran parte del cambio tiene así un origen estructural, asociado a la transformación en el mercado laboral. Cambio que se da en un contexto cultural de predominio de roles de género convencionales y de un proceso de declive del patriarcado, entre otros factores aquí mencionados.